Empiezo esta nota presumiéndoles que tuve un excelente fin de semana en compañía de mi hermosa hija y mis padres. Sí, como se imaginarán; soy un padre soltero que día a día está al pendiente de su hija, sus padres (que son como niños ahora), mi equipo de trabajo y nuestros clientes, porque el alma de un creativo está viva 24 por 7 y no descansa nunca… créanme, nunca.
Y se los comento porque este fin de semana que me tocó estar con ella, me di cuenta que la conozco muy bien. Conozco sus gustos musicales, sé que le gusta comer, lo que le gusta hacer y hasta puedo adelantarme (un poco) a sus movimientos porque es muy aventurera. Ella está descubriendo el mundo y me gusta que lo descubra conmigo. También tiene miedos que inclusive no conoce, pero sé que con comunicación y acercamiento, puedo convertir esos miedos en fortalezas. Y eso es lo que una Agencia de Publicidad creativa hace por sus clientes día a día.
Me preparé para el viaje con un setlist que contenía un sinnúmero de canciones de Disney y My Little Pony, también llevaba agua suficiente, cuentos, arándanos, la silla del coche, protector solar, cambios de ropa para cualquier imprevisto, juguetes (porque este fin estuvo exento de iPads), jabón especial para un baño de burbujas, y todas las ganas de divertirme con ella, y ella conmigo… y afortunadamente así fue.
El plan original era ir a un Zoofari porque le encanta convivir con animales de todo tipo (tal vez por eso me quiere tanto). Al llegar no pudimos entrar porque mis papás no salen nunca sin mi ex mascota (el buen “Champs”, un perrito súper consentido) y como mis papás siempre acatan las reglas, no quisieron arriesgarse y tristemente mi plan: -«escóndelo entre las bolsas solamente en la entrada»- no funcionó.
Entonces llevé a cabo mi plan B (siempre tengo un plan B). Es como en la Agencia de Publicidad, si no nos vamos por este camino arriesgado, el tradicional siempre funciona. Y entonces les dije: -¿Y si vamos a las Grutas de Cacahuamilpa?- La señalización decía que estaba como a 10 minutos, cosa que no fue cierta, fueron como 25 minutos, pero el viaje con ellos siempre vale la pena.
Llegando a las grutas, nos dimos cuenta que tampoco estaba autorizado el paso con mascotas, y ahí sí estuve a punto de tirar las toallas (porque tengo más de una y nunca me doy por vencido). Cuando de repente se nos acercó una niña de nombre Daniela, una bella niña de la comunidad, de más o menos unos 12 años. Se le acercó a nuestra mascota y lo empezó a acariciar ganándose su confianza al instante. Cuando volteo, ya estaba jugando con él, y ella, audazmente nos platicó que le encantan los perritos y que tiene muchos con los que juega en su casa. Seguido de eso, ya estaba haciendo reír a mis padres y les dijo: -«pues si quieren yo les cuido a el Champs«-. ¡Zaz! Vi todo su modus operandi y es el mismo que el de una Agencia de Publicidad: Se dan a conocer, se venden bien, se ganan la confianza y empiezan a trabajar juntos. Así fue, verdaderamente Daniela es una vendedora nata y ella solita hizo su Publicidad.
Después de librar esas batallas, teníamos todo listo para entrar cuando de repente mi hija dijo: -“Papá eso me da miedo, no veo nada… está muy obscuro, no quiero entrar, ahí está la bruja.” Y la entiendo, jamás había estado ahí e incluso en las películas infantiles pintan las cuevas como el típico lugar donde están los malos, por no decir brujas y personajes raros.
Eso mismo pasa con los clientes. Cuando les presentas algo nuevo, automáticamente ponen el freno de manos y les da miedo, lo que se percibe en frases como: “tenemos que pensarlo bien”, “creo que es muy arriesgado”.
¿Recuerdan que al principio les conté que conocía muy bien a mi hija (al igual que conozco a mis clientes)?, pues recordé que le encanta Superman y Batman, no las caricaturas en dibujos animados, le gustan las películas «bien»; y le comenté que ese lugar era muy parecido a la Bati-Cueva. Le dije que estaba oscura, que a lo mejor no olía bien (no olía mal), que íbamos a estar solos, pero que al final íbamos a ver algo increíble. Nunca le mentí, ella a pesar de no estar convencida del todo, dio el primer paso y agarrando fuertemente mi mano, entramos y el resultado fue espectacular. Ella con toda la imaginación de un infante, empezó a descubrir sombreros, barbas, personajes de Disney, familiares, animales y todo lo que su cerebro veía. ¡Y vaya que tiene imaginación!
El resultado de todas estas situaciones tenían su recompensa. Fue un momento único para ella y para mí. A eso le llamo trabajo en equipo.
El amor y la comunicación fueron fieles testigos de que las cosas más increíbles se trabajan a diario y aunque el entorno sea cambiante, estamos preparados para ofrecer soluciones y lograr siempre los resultados óptimos.
Termino esta historia con una frase que me encanta repetir: “El mundo necesita personas que amen lo que hacen”.
Esta analogía de la vida diaria de una padre y el trabajo creativo de una Agencia de Publicidad muestra esas similitudes, porque por más que estemos preparados y tengamos las mejores herramientas, la vida (y los clientes) se encargan de ponernos a prueba en todos los aspectos, y todos nuestros conocimientos son válidos a la hora de sobrevivir y salir adelante. Y así fue.
A parte, ¿quién no quiere ser el superhéroe de su hija?
Julio Mendoza Salazar
Director Creativo
ACE Publicidad
Imagen: http://www.sparksandrockets.net/